Así nació Tierra de Ceibas: Memorias de África – Capítulo I
¡Querida Tribu! Hoy es un día muy especial para mí, os traigo un post muy personal y emotivo. Quizás la entrada más personal y especial de las que he escrito hasta el día de hoy. Quiero compartir con vosotras, mi tribu, un tema que me pone esponjoso el corazón y me eriza los vellos de todo mi ser. Mi viaje a Ziguinchor.
Ziguinchor es una ciudad tranquila y con el encanto del pasado que se extiende a orillas del río, al sur de Senegal. Es la capital de la bella región de Casamance, región de manglares e inmensas playas de cálido sol y luz. Tierra de bosques frondosos, arrozales y árboles sagrados; ceibas, baobabs y palmeras de aceite.
Mis particulares memorias de África
Me gustaría contaros esta larga y bella historia por fragmentos y entregas. Este cuento como todos los cuentos nace de un deseo y un anhelo, pero también de muchas noches en vela, de aquello que los eruditos llaman noches oscuras del alma. Pero que no cunda el pánico. No hablo de nada trágico, sólo de un momento vital en el que el cuerpo, la mente y el alma me pedían cambios, aventuras y experiencias vitales plenas.
Hoy me gustaría empezar por el comienzo y ese comienzo empieza con un encuentro. ¿Conocéis esa sensación de entablar un vínculo y conexión brutal con alguien que acaba de llegar a tu vida? Esa persona recién llegada a mi vida me permitió realizar este sueño.
El sueño de viajar a Senegal – Tierra de Ceibas
Febrero de 2020, si lo sé, a puertas de la pandemia mundial en la que aún seguimos sumergidas. Ese día de Febrero en el que cargué mis hombros con mochilas llenas de bártulos e ilusiones. Los bártulos tenían un sentido, era material que necesitaba para dar el curso de cosmética orgánica a 30 pedazo de mujeres africanas con diversidad funcional.
Aquella mañana cogí el primer avión del que sería un largo trayecto. De Valencia a Lisboa y de Lisboa a Dakar. Después de tropecientas horas de avión y mucho jet lag aterricé en la capital de Senegal. Dakar. Ciudad frenética e inmensa, llena de contrastes y estímulos. Mis ojos cansados no sabían donde posarse. Dakar ciudad de calor y polvo, de energía, bullicio, colores desconocidos y de vida, de mucha vida.
Allí me esperaba Jordi, el que sería mi compañero en esta preciosa aventura. Disponíamos de dos días en Dakar para hacer acopio de material para los cursos. Fueron días increíbles, de patearnos mercados en busca de género y materia prima. Caminamos al mismo ritmo estableciendo así una conexión increíble entre las dos. En Dakar descubrí colores y olores hasta ese momento desconocidos…
Y hasta aquí la primera parte de mi gran viaje a Senegal, el origen de Tierra de Ceibas. Estad atentas, ¡muy pronto llegará el capítulo II!
Deja una respuesta